Santiago - Roteiro
La isla de Santiago, la mayor del archipiélago de Cabo Verde, con sus casi 1.000 KM2 y a punto de alcanzar los 300.000 habitantes, es una paleta de encantos naturales, de joyas históricas y riquezas culturales que nos encontraremos por todo el país.
Aquí podemos disfrutar de playas agradables, convivir con paisajes exuberantes unos y casi lunares otros, viajar a través de la historia a los tiempos de la piratería y del tráfico de esclavos, sentir el calor humano cosmopolita o rural, trepar a cimas abruptas o perdernos en verdeantes valles, sentir la esencia africana y tropical en mercados típicos, en sabores inolvidables, en artesanía y la música única que de aquí parte para recorrer el mundo.
Aquí se encuentra la cuna, antiguamente llamada Ribeira Grande, actualmente conocida como Cidade Velha. El silencio y la paz de hoy contrastan con los inicios de la penetración europea en los trópicos africanos, a través de la que fuera primera capital del archipiélago, y la primera ciudad fundada en África por los portugueses.
En Cidade Velha se funden los recuerdos que dejaron descubridores y pobladores, permaneciendo algunas reliquias, la mayoría en ruinas, y casas levantadas en piedra, a veces cubiertas de hierba, y la salvaje vegetación del valle que se formó, destacando los cocoteros y los imponentes baobabs.
La Fortaleza de S. Filipe se construyó con piedra portuguesa y de Maio, y en sus tiempos defendió la ciudad de los ataques, respondiendo, en los siglos XV y XVI, a los constantes asaltos de corsarios famosos como Francis Drake y Cassard. Ribeira Grande era entonces un centro aduanero de navíos que transportaban esclavos de la costa de África hacia el resto del mundo. De esos tiempos se conserva la Igreja da Senhora do Rosário, con sus tumbas y azulejos bien conservados. La Catedral, cuyas ruinas se estabilizaron a través de un proyecto del famoso arquitecto Siza Vieira, todavía está a la espera de un plan de restauración. El Pelourinho, de estilo manuelino, construido en 1520, testimonio de la violencia a la que eran sometidos públicamente los esclavos, es una de las piezas intactas en la arquitectura de la cuidad de Ribeira Grande.
La permanente inestabilidad hizo que en 1769 la capital del archipiélago se trasladara de Ribeira Grande a la más resguardada ciudad de Praia. El tiempo se convirtió entonces en el gran señor de Cidade Velha.
Praia es un pedazo urbano de África en aguas atlánticas. La ciudad parece crecer a partir de la Praça Alexandre de Albuquerque, espacio donde se cruza quien circula en el Platô entre el comercio y los edificios institucionales y religiosos que la rodean.
En las últimas décadas, la capital saltó de Platô y se construyeron diversos barrios, algunos de ellos, como la Achada de Santo António, Palmarejo, Cidadela, Achadinha, Achada Grande y la Achada de S. Filipe, son hoy importantes centros de población con buena infraestructura, que atraen una gran parte de la vida de la ciudad, tanto en lo que respecta al comercio, descentralizando la administración, como en lo referente a la diversión nocturna, la gastronomía o la oferta cultural y deportiva.
Se impone una visita al mercado de Platô, donde los productos agrícolas del centro de la isla son traídos por afanosas vendedoras, que los cargan en sus cestos, salidos invariablemente de ruidosos Hi-Aces, papayas, bananas, mangos, mandiocas, tomates, tamarindos, cocos, hortalizas y otras vituallas de las que se abastecen las cocinas de la gran urbe.
El Sucupira, mercado-restaurante que responde a las más diversas necesidades de consumo, desde ropa y calzado o servicios diversos, sin que falte la fruta y la verdura, se consolidó con fuerza en los últimos 20 años, en el valle que separa Platô de Achadinha.
Consecuencia de la asombrosa expansión de la capital, la Avenida de Lisboa, camino del Palacio del Gobierno al Sur, y el Barrio de Vila Nova, al Norte, se convirtió en el nuevo eje de la ciudad, paso obligatorio para entrar o salir de ella.
De Praia es el ya famoso grupo coreográfico Raiz di Polón, cuyas actuaciones constituyen una atracción de gran nivel artístico.
El visitante, puede darse un buen baño en las playas como la de Quebra Canela, Prainha, Mulher Branca o Gamboa.
Gamboa, una playa poco utilizada para el baño, donde permanece el pequeño embarcadero que utilizaban los paquebotes de pasajeros en el siglo pasado, atrae los fines de semana a practicantes de diversas disciplinas deportivas, pero es conocida, desde hace varios años, por el Festival que tomó su nombre, y que normalmente se celebra en mayo, y que atrae a Praia a figuras destacadas de la música internacional.
La noche de Praia es una paleta de posibilidades. Desde los exquisitos sabores de la variada gastronomía hasta los sentimientos de una música profundamente arraigada en el alma de un pueblo. Son momentos inolvidables de comunión con una reconfortante riqueza cultural. Las noches de Quintal da Música, en Av. Amílcar Cabral, son ejemplo de ello, especialmente cuando un grupo de batucadeiras agita las caderas en el frenesí de este cantar típico de Santiago, herencia de la lejana pero fuerte raíz continental de la población de Cabo Verde.
Salimos de Praia rumbo al Norte. Antes de perdernos en las sucesivas laderas montañosas, donde las formas de los picos que las culminan son un desafío a la imaginación de cada uno, la parada en S. Domingos nos muestra uno de los valles más ricos de la isla, que invita a la búsqueda de recuerdos caboverdianos en el Centro de Apoyo a la Producción Popular.
S. Jorge de Órgãos es el contraste con la aspereza de las pendientes montañosas. Aquí, inmersos en el sosiego de la densa vegetación, podemos visitar el único Jardín Botânico del país. Está en la falda del punto más alto de Santiago, el Pico da Antónia.
Y si la visita se realiza en el último cuarto del año, tras las breves lluvias, el viajero podrá tener la seguridad de que la vegetación habrá alcanzado su punto de mayor exuberancia.
Allá arriba, en Rui Vaz, se encuentra uno de los restaurantes más frecuentados de la isla, en Quinta da Montanha, una unidad rural que se dedica a la agricultura con métodos que utilizan las más recientes tecnologías de riego y selección de productos.
En el lado opuesto a S. Jorge, al Norte, en Ribeira de Poilão, se encuentra hoy la primera presa importante del país, para el aprovechamiento del agua de lluvia. De reciente construcción, ya son visibles los fértiles campos que suben desde las orilla, sobrevolados por bandadas de garzas blancas y palomas bravas.
La passarinha, pequeña ave de vivos colores, endémica en esta isla, en Fogo y Brava, multiplicó desde entonces su presencia, revoloteando entre los enramados de los arbustos que rodean la laguna. Cabe destacar por otra parte, el contraste que vive la isla antes y después de las lluvias, que entre julio y octubre, en períodos escasos, pero por regla general en dosis considerables, causan inundaciones en las riberas y visten de verde toda la superficie de estas tierras que, sin embargo vuelven a recuperar, en los primeros meses del año, su habitual sequía.
A poco más de 60 kilómetros de Praia, la ciudad y el campo se mezclan en la particular atmosfera de Assomada. El mercado de la ciudad es uno de los centros comerciales más importantes del país, principalmente de productos agrícolas. Aquí convergen habitantes de toda la llanura para vender y comprar. Es también lugar idóneo para visitar el Museo da Tabanka.
Más allá, pasada la meseta central de la isla, fértil y colorida, en una escapada a la costa Sudoeste, para echar un vistazo a uno de los muchos “portinhos” de la isla: Ribeira da Barca, un pueblo pescador.
Muy al Norte, pasada la Serra da Malagueta, se llega a un lugar de emociones contradictoria: Tarrafal.
La bahía es un lugar paradisíaco, de arenas claras, aguas tibias y cristalinas, acogedoras sombras de imponentes cocoteros.
Aquello con lo que siempre han soñado los amantes de las playas. Es también un lugar muy importante para los pescadores que aquí desarrollan sus labores.
El contraste con sus bellezas naturales está representado por la antigua Cárcel construida en el segundo cuarto del siglo pasado, por el régimen dictatorial entonces vigente en Portugal, y donde se encerraba a presos políticos y comunes, tanto de la Metrópolis como de las Colonias portuguesas de la época. Un pequeño museo da fe de la historia de algunos de estos presos, que no pueden ser olvidados.
Después del más mágico encuentro con la gastronomía tradicional, donde la cachupa, un plato a base de maíz, alubias, verduras y carnes diversas o pescado, es la reina, iniciamos el viaje de regreso por el litoral Nordeste.
El paisaje ha cambiado. La carretera pasa junto a pequeñas bahías y ensenadas, minúsculos arenales desiertos de arena negra, donde ocasionalmente descansan botes de pesca. En pequeñas riberas, como alternándose, se descubren tierras agrícolas que llegan hasta el mar. Ribeira de Principal, pasada Mangue das Sete Ribeiras y antes de llegar a Chã de Monte, es un vega fértil de una intensa vida agrícola.
Encontramos algunas aldeas de campesinos insumisos que se aislaron en una especie de protesta contra lo que consideran una distorsión de los principios de vida en los que creen. Son los Rabelados. Siguen considerándose cristianos, pero se apartaron de los conceptos de la religión oficial. Por eso fueron considerados subversivos, y como tal fueron objeto de la desconfianza, tanto de la iglesia católica como del poder instituido. Creyeron en los tiempos de la independencia, pero a esa esperanza le siguió la desilusión. Se encerraron nuevamente y a pesar de que existen nuevas señales de apertura, los Rabelados se mantienen apegados a sus principios, aunque tienden a escasear, a medida que se escolarizan las nuevas generaciones.
Pasada una de las más importantes poblaciones de la isla, Calheta de S. Miguel, llegamos a Santa Cruz, parada obligatoria para contemplar extensas y atractivas plantaciones de bananeras, cocoteros y papayos en una zona exuberante, seguida por una impresionante garganta. Un paseo en la carretera que rasga la plantación es una incursión por el mundo onírico.
Santiago de Pedra Badejo también es un lugar palpitante, con su pequeño puerto pesquero, seguido de una extensa plantación de cocoteros, mandiocas, bananeras, caña de azúcar y otros cultivos, desembocando en un extenso arenal negro que bordea el mar de la costa Norte de la isla.
A unos 15 kilómetros de Praia, Praia Baixo representa una invitación irrecusable a un encuentro con las aguas tibias y transparentes. Hace poco tiempo casi desierto, el tramo de costa Sudeste próximo a la capital, se puebla actualmente de resorts de inmobiliarias turísticas, unos en construcción como Sambala, junto a S. Francisco, el Santiago Golf Resort, a la salida de Praia hacia Cidade Velha, otros en proyecto, como Ponta Bicuda, al Norte de la capital, y otros en los Concejos de Santa Cruz y Santa Catarina.
Una carretera de circunvalación que une el aeropuerto con Trindade y S. Martinho Grande es en la actualidad un eje principal en el desarrollo urbanístico de la capital de Cabo Verde, y permite que el tráfico procedente del interior o del aeropuerto opte por seguir hacia el Este, o se dirija al centro o al Oeste de la ciudad, o incluso hacia la recién urbanizada zona de S. Francisco.
El Aeropuerto Internacional de Praia dio lugar en 2005 a la pista que hasta entonces sólo permitía el aterrizaje de pequeños aviones, que atendían el tráfico interno, además de algunos enlaces con las ciudades más próximas al Continente.
Desde entonces, agentes económicos y políticos, el mundo de la cultura y el turismo, tienen acceso directo a la capital, y ya se deja sentir la necesidad de una ampliación.
La isla de Santiago, la mayor del archipiélago de Cabo Verde, con sus casi 1.000 KM2 y a punto de alcanzar los 300.000 habitantes, es una paleta de encantos naturales, de joyas históricas y riquezas culturales que nos encontraremos por todo el país.
Aquí podemos disfrutar de playas agradables, convivir con paisajes exuberantes unos y casi lunares otros, viajar a través de la historia a los tiempos de la piratería y del tráfico de esclavos, sentir el calor humano cosmopolita o rural, trepar a cimas abruptas o perdernos en verdeantes valles, sentir la esencia africana y tropical en mercados típicos, en sabores inolvidables, en artesanía y la música única que de aquí parte para recorrer el mundo.
Aquí se encuentra la cuna, antiguamente llamada Ribeira Grande, actualmente conocida como Cidade Velha. El silencio y la paz de hoy contrastan con los inicios de la penetración europea en los trópicos africanos, a través de la que fuera primera capital del archipiélago, y la primera ciudad fundada en África por los portugueses.
En Cidade Velha se funden los recuerdos que dejaron descubridores y pobladores, permaneciendo algunas reliquias, la mayoría en ruinas, y casas levantadas en piedra, a veces cubiertas de hierba, y la salvaje vegetación del valle que se formó, destacando los cocoteros y los imponentes baobabs.
La Fortaleza de S. Filipe se construyó con piedra portuguesa y de Maio, y en sus tiempos defendió la ciudad de los ataques, respondiendo, en los siglos XV y XVI, a los constantes asaltos de corsarios famosos como Francis Drake y Cassard. Ribeira Grande era entonces un centro aduanero de navíos que transportaban esclavos de la costa de África hacia el resto del mundo. De esos tiempos se conserva la Igreja da Senhora do Rosário, con sus tumbas y azulejos bien conservados. La Catedral, cuyas ruinas se estabilizaron a través de un proyecto del famoso arquitecto Siza Vieira, todavía está a la espera de un plan de restauración. El Pelourinho, de estilo manuelino, construido en 1520, testimonio de la violencia a la que eran sometidos públicamente los esclavos, es una de las piezas intactas en la arquitectura de la cuidad de Ribeira Grande.
La permanente inestabilidad hizo que en 1769 la capital del archipiélago se trasladara de Ribeira Grande a la más resguardada ciudad de Praia. El tiempo se convirtió entonces en el gran señor de Cidade Velha.
Praia es un pedazo urbano de África en aguas atlánticas. La ciudad parece crecer a partir de la Praça Alexandre de Albuquerque, espacio donde se cruza quien circula en el Platô entre el comercio y los edificios institucionales y religiosos que la rodean.
En las últimas décadas, la capital saltó de Platô y se construyeron diversos barrios, algunos de ellos, como la Achada de Santo António, Palmarejo, Cidadela, Achadinha, Achada Grande y la Achada de S. Filipe, son hoy importantes centros de población con buena infraestructura, que atraen una gran parte de la vida de la ciudad, tanto en lo que respecta al comercio, descentralizando la administración, como en lo referente a la diversión nocturna, la gastronomía o la oferta cultural y deportiva.
Se impone una visita al mercado de Platô, donde los productos agrícolas del centro de la isla son traídos por afanosas vendedoras, que los cargan en sus cestos, salidos invariablemente de ruidosos Hi-Aces, papayas, bananas, mangos, mandiocas, tomates, tamarindos, cocos, hortalizas y otras vituallas de las que se abastecen las cocinas de la gran urbe.
El Sucupira, mercado-restaurante que responde a las más diversas necesidades de consumo, desde ropa y calzado o servicios diversos, sin que falte la fruta y la verdura, se consolidó con fuerza en los últimos 20 años, en el valle que separa Platô de Achadinha.
Consecuencia de la asombrosa expansión de la capital, la Avenida de Lisboa, camino del Palacio del Gobierno al Sur, y el Barrio de Vila Nova, al Norte, se convirtió en el nuevo eje de la ciudad, paso obligatorio para entrar o salir de ella.
De Praia es el ya famoso grupo coreográfico Raiz di Polón, cuyas actuaciones constituyen una atracción de gran nivel artístico.
El visitante, puede darse un buen baño en las playas como la de Quebra Canela, Prainha, Mulher Branca o Gamboa.
Gamboa, una playa poco utilizada para el baño, donde permanece el pequeño embarcadero que utilizaban los paquebotes de pasajeros en el siglo pasado, atrae los fines de semana a practicantes de diversas disciplinas deportivas, pero es conocida, desde hace varios años, por el Festival que tomó su nombre, y que normalmente se celebra en mayo, y que atrae a Praia a figuras destacadas de la música internacional.
La noche de Praia es una paleta de posibilidades. Desde los exquisitos sabores de la variada gastronomía hasta los sentimientos de una música profundamente arraigada en el alma de un pueblo. Son momentos inolvidables de comunión con una reconfortante riqueza cultural. Las noches de Quintal da Música, en Av. Amílcar Cabral, son ejemplo de ello, especialmente cuando un grupo de batucadeiras agita las caderas en el frenesí de este cantar típico de Santiago, herencia de la lejana pero fuerte raíz continental de la población de Cabo Verde.
Salimos de Praia rumbo al Norte. Antes de perdernos en las sucesivas laderas montañosas, donde las formas de los picos que las culminan son un desafío a la imaginación de cada uno, la parada en S. Domingos nos muestra uno de los valles más ricos de la isla, que invita a la búsqueda de recuerdos caboverdianos en el Centro de Apoyo a la Producción Popular.
S. Jorge de Órgãos es el contraste con la aspereza de las pendientes montañosas. Aquí, inmersos en el sosiego de la densa vegetación, podemos visitar el único Jardín Botânico del país. Está en la falda del punto más alto de Santiago, el Pico da Antónia.
Y si la visita se realiza en el último cuarto del año, tras las breves lluvias, el viajero podrá tener la seguridad de que la vegetación habrá alcanzado su punto de mayor exuberancia.
Allá arriba, en Rui Vaz, se encuentra uno de los restaurantes más frecuentados de la isla, en Quinta da Montanha, una unidad rural que se dedica a la agricultura con métodos que utilizan las más recientes tecnologías de riego y selección de productos.
En el lado opuesto a S. Jorge, al Norte, en Ribeira de Poilão, se encuentra hoy la primera presa importante del país, para el aprovechamiento del agua de lluvia. De reciente construcción, ya son visibles los fértiles campos que suben desde las orilla, sobrevolados por bandadas de garzas blancas y palomas bravas.
La passarinha, pequeña ave de vivos colores, endémica en esta isla, en Fogo y Brava, multiplicó desde entonces su presencia, revoloteando entre los enramados de los arbustos que rodean la laguna. Cabe destacar por otra parte, el contraste que vive la isla antes y después de las lluvias, que entre julio y octubre, en períodos escasos, pero por regla general en dosis considerables, causan inundaciones en las riberas y visten de verde toda la superficie de estas tierras que, sin embargo vuelven a recuperar, en los primeros meses del año, su habitual sequía.
A poco más de 60 kilómetros de Praia, la ciudad y el campo se mezclan en la particular atmosfera de Assomada. El mercado de la ciudad es uno de los centros comerciales más importantes del país, principalmente de productos agrícolas. Aquí convergen habitantes de toda la llanura para vender y comprar. Es también lugar idóneo para visitar el Museo da Tabanka.
Más allá, pasada la meseta central de la isla, fértil y colorida, en una escapada a la costa Sudoeste, para echar un vistazo a uno de los muchos “portinhos” de la isla: Ribeira da Barca, un pueblo pescador.
Muy al Norte, pasada la Serra da Malagueta, se llega a un lugar de emociones contradictoria: Tarrafal.
La bahía es un lugar paradisíaco, de arenas claras, aguas tibias y cristalinas, acogedoras sombras de imponentes cocoteros.
Aquello con lo que siempre han soñado los amantes de las playas. Es también un lugar muy importante para los pescadores que aquí desarrollan sus labores.
El contraste con sus bellezas naturales está representado por la antigua Cárcel construida en el segundo cuarto del siglo pasado, por el régimen dictatorial entonces vigente en Portugal, y donde se encerraba a presos políticos y comunes, tanto de la Metrópolis como de las Colonias portuguesas de la época. Un pequeño museo da fe de la historia de algunos de estos presos, que no pueden ser olvidados.
Después del más mágico encuentro con la gastronomía tradicional, donde la cachupa, un plato a base de maíz, alubias, verduras y carnes diversas o pescado, es la reina, iniciamos el viaje de regreso por el litoral Nordeste.
El paisaje ha cambiado. La carretera pasa junto a pequeñas bahías y ensenadas, minúsculos arenales desiertos de arena negra, donde ocasionalmente descansan botes de pesca. En pequeñas riberas, como alternándose, se descubren tierras agrícolas que llegan hasta el mar. Ribeira de Principal, pasada Mangue das Sete Ribeiras y antes de llegar a Chã de Monte, es un vega fértil de una intensa vida agrícola.
Encontramos algunas aldeas de campesinos insumisos que se aislaron en una especie de protesta contra lo que consideran una distorsión de los principios de vida en los que creen. Son los Rabelados. Siguen considerándose cristianos, pero se apartaron de los conceptos de la religión oficial. Por eso fueron considerados subversivos, y como tal fueron objeto de la desconfianza, tanto de la iglesia católica como del poder instituido. Creyeron en los tiempos de la independencia, pero a esa esperanza le siguió la desilusión. Se encerraron nuevamente y a pesar de que existen nuevas señales de apertura, los Rabelados se mantienen apegados a sus principios, aunque tienden a escasear, a medida que se escolarizan las nuevas generaciones.
Pasada una de las más importantes poblaciones de la isla, Calheta de S. Miguel, llegamos a Santa Cruz, parada obligatoria para contemplar extensas y atractivas plantaciones de bananeras, cocoteros y papayos en una zona exuberante, seguida por una impresionante garganta. Un paseo en la carretera que rasga la plantación es una incursión por el mundo onírico.
Santiago de Pedra Badejo también es un lugar palpitante, con su pequeño puerto pesquero, seguido de una extensa plantación de cocoteros, mandiocas, bananeras, caña de azúcar y otros cultivos, desembocando en un extenso arenal negro que bordea el mar de la costa Norte de la isla.
A unos 15 kilómetros de Praia, Praia Baixo representa una invitación irrecusable a un encuentro con las aguas tibias y transparentes. Hace poco tiempo casi desierto, el tramo de costa Sudeste próximo a la capital, se puebla actualmente de resorts de inmobiliarias turísticas, unos en construcción como Sambala, junto a S. Francisco, el Santiago Golf Resort, a la salida de Praia hacia Cidade Velha, otros en proyecto, como Ponta Bicuda, al Norte de la capital, y otros en los Concejos de Santa Cruz y Santa Catarina.
Una carretera de circunvalación que une el aeropuerto con Trindade y S. Martinho Grande es en la actualidad un eje principal en el desarrollo urbanístico de la capital de Cabo Verde, y permite que el tráfico procedente del interior o del aeropuerto opte por seguir hacia el Este, o se dirija al centro o al Oeste de la ciudad, o incluso hacia la recién urbanizada zona de S. Francisco.
El Aeropuerto Internacional de Praia dio lugar en 2005 a la pista que hasta entonces sólo permitía el aterrizaje de pequeños aviones, que atendían el tráfico interno, además de algunos enlaces con las ciudades más próximas al Continente.
Desde entonces, agentes económicos y políticos, el mundo de la cultura y el turismo, tienen acceso directo a la capital, y ya se deja sentir la necesidad de una ampliación.