Santo Antão - Roteiro

Si enlazamos por barco a partir de Mindelo atracaremos en Porto Novo, antigua Carvoeiro, sede del concejo desde 1895. A pesar de encontrarse en la vertiente menos habitada de la isla, Porto Novo se ha desarrollado considerablemente a lo largo del tiempo, seguramente gracias al puerto de mar, y se sigue consolidando con un claro dinamismo, sobre todo porque, contrariamente a las ciudades del Norte, tiene mucho espacio para expandirse. Ya se habla de la construcción del nuevo aeropuerto de la isla en las proximidades, que ya cuenta con un Hotel de gran calidad y capacidad.

La vertiente Sur de Santo Antão, seca y escarpada, en la que se pueden ver importantes yacimientos de pozolana, con intercalaciones blanquecinas, materia prima que ha permitido recientemente la instalación en la isla de una industria cementera, cuenta no obstante con encantos ocultos. Basta con seguir de Porto Novo hacia Ribeira das Patas, pasando por Lajedos, (explotación agrícola orientada al turismo, con un futuro prometedor, ya que aquí se está desarrollando una experiencia piloto de aldea turística autoabastecida), hasta llegar al pintoresco Alto Mira, sobre la ribera que conduce a Tarrafal. Ligeramente al Norte, en el litoral Oeste de la isla, el hermoso pueblo de Monte Trigo, que mira hacia el pico más elevado de la isla, el Topo de Coroa, que da el título a una de las obras de uno de los músicos actuales más emblemáticos de Cabo Verde: Bau.

Al Este de Porto Novo se encuentra la Playa de Escorralete, donde se celebra uno de los festivales anuales de música que se organizan en Cabo Verde, y por donde continúa la carretera litoral, desde Porto Novo hasta Janela, y que, por primera vez en Cabo Verde, venció a la montaña a través de túneles, que acortan la distancia y el tiempo de viaje entre estas dos localidades, quedando reducido a una escasa media hora.

Pero no es la playa lo que más busca el viajero cuando se traslada a Santo Antão. Subiendo hacia el Norte, penetramos en un mundo sorprendente, donde nos dejamos cautivar por los paisajes, nos consuela la suavidad del clima y nos maravilla la capacidad del hombre de encontrar la forma de moverse a través de relieves hostiles y, a primera vista, insalvables.

Una carretera esculpida metro a metro en un terreno accidentado, nos conduce de los parajes áridos a los techos montañosos donde reinan el pino, el eucalipto y las nieblas frescas y densas.

En pocos kilómetros viajamos del desierto a la montaña, a través de paisajes emocionantes. Estamos en algunas de las zonas más elevadas de Cabo Verde, y las condiciones del terreno y el clima nos invitan a realizar actividades de montaña y agradables excursiones, que nos reconcilian con la vida y nos liberan de las preocupaciones cotidianas.

Son momentos inolvidables que penetrarán más en la memoria si decidimos descender a Cova, cráter transformado en campos verdes, y aproximándonos al Pico da Cruz, giramos hacia Paúl, al Norte. Descendiendo hacia el valle del mismo nombre, después de pasar por Chã de Manuel dos Santos, hasta encontrarnos en la carretera de piedra, atravesando los cultivos que se multiplican, por entre corrientes de agua y cataratas, confirmamos que Cabo Verde cuenta con rincones realmente tropicales. Son unas seis horas de marcha que nos sumergen profundamente en la naturaleza.

Si continuamos por la carretera camino al Norte, descenderemos lentamente hacia el valle donde se encuentra Ribeira Grande, y pasamos por el famoso “delgadinho”, un tramo de carretera en el filo de un “cuchillo” que se hunde abruptamente en las dos faldas, al Este hasta el lecho Ribeira da Torre, y al Oeste hasta el de Ribeira Grande, la primera sede de Concejo de Santo Antão, en 1732. Llegado aquí, el visitante debe continuar explorando en direcciones antagónicas, pero ambas obligatorias.

Hacia el Sudeste, siguiendo siempre el litoral, se alcanza el Valle de Paúl, la zona agrícola por excelencia de la isla. La vegetación es densa, punteada por papayos, mangales y árboles del pan, intercalada por hermosos espacios para el cultivo del maíz, caña de azúcar, judía, mandioca, ñame, bananeras y otras especies agrícolas.

Todos nuestros movimientos en este valle parecen vigilados por las imponentes montañas que lo rodean. El viajero puede disfrutar de una tranquilidad reparadora en el parque de ocio de Passagem, donde la piscina es el principal polo de atracción, en los períodos en los que funciona…

Explorada Ribeira do Paul, hay que regresar al litoral, y continuar de Santo António das Pombas hasta Janela, volviendo a Ribeira Grande, desde donde, si continuamos hacia el Noroeste, llegamos a Ponta de Sol, antigua Maria Pia, que desde 1885 se ha convertido en sede del concejo, y donde se encuentra el aeródromo, ahora inactivo, importante obra de ingeniería parcialmente levantada en terrenos arrebatados al mar.

La ciudad es tranquila, invitando a un paseo relajado, libre y sin prisas. La plaza central es hermosa y muy bien cuidada, destacando algunos hermosos edificios como la Iglesia, el Ayuntamiento, el Hospital y Correos.

Las fiestas religiosas marcan el ritmo del año, como ocurre con la de S. João Baptista en Porto Novo, el 24 de junio, o la de Nossa Senhora do Livramento, el 24 de septiembre. Siempre resulta emocionante observar los ritos de una población sencilla y creyente, cuando se manifiestan en las calles, cumpliendo tradiciones seculares en las que la fe y las costumbres se cruzan, y perpetúan una cultura genuina.

Desde Ponta do Sol, el breve desvío a Fontaínhas, penetrando en la isla, es al mismo tiempo aventura y delicia. Colgada en la ladera como un belén, a este pueblo se accede por una carretera estrecha y sinuosa cavada en el trazado vertical de la montaña. Pero el vértigo compensa, cuando un contempla una garganta acantilada y verde que corta la respiración, bajo el aleteo de garzas, cuervos y palomas, que convierten este rincón en un auténtico paraje íntimo, abierto al cielo y al mar.

Partiendo de Fontainhas y pasando por Formiguinhas camino de Cruzinha da Garça, también accesible por Chã de Igreja, se puede hacer una de las más hermosas rutas en Santo Antão, bordeando por la parte superior del acantilado un mar que se extiende, al fondo, hasta lo infinito, que parece que remonta el horizonte, mientras que al otro lado, la majestuosa montaña nos parece particularmente próxima y acogedora.

No se puede abandonar Santo Antão sin tener un contacto con la producción de grogue, aguardiente típico elaborado con caña de azúcar utilizando, aún hoy, métodos tradicionales. Para ello, nada como recorrer Ribeira Grande, pasando Boca de Coruja, subir de la Boca de Ambas as Ribeiras hacia la montaña, y desembocar en el enorme anfiteatro de la Ribeira da Garça, otro escenario grandioso recortado de cinturas rocosas donde  la caña de azúcar se cultiva cuidadosamente, para ser transformada en el precioso líquido en los diversos trapiches, unos ya mecanizado otros aún accionados con madera o mulas, que salpican la vasta ladera, desprendiendo en época de cosecha, el típico olor del mosto.

Con el mar siempre cerca, es una delicia saborear antes de partir, un caldo de pescado, que aquí se aproxima más a la caldereta, por la variedad y abundancia de las verduras que acompañan al pescado, servido en generosas raciones.

La excelente fruta de la isla, desde la banana hasta el mango o la papaya, deliciosa al ser cosechada directamente del árbol, pero que puede consumirse como postre, acompañada de un delicioso queso de cabra, constituyendo un imponente postre.

Y, claro, el grogue o un licor entre los que se elaboran en Santo Antão, son el sello apropiado de una comida santantonense...

Si enlazamos por barco a partir de Mindelo atracaremos en Porto Novo, antigua Carvoeiro, sede del concejo desde 1895. A pesar de encontrarse en la vertiente menos habitada de la isla, Porto Novo se ha desarrollado considerablemente a lo largo del tiempo, seguramente gracias al puerto de mar, y se sigue consolidando con un claro dinamismo, sobre todo porque, contrariamente a las ciudades del Norte, tiene mucho espacio para expandirse. Ya se habla de la construcción del nuevo aeropuerto de la isla en las proximidades, que ya cuenta con un Hotel de gran calidad y capacidad.

La vertiente Sur de Santo Antão, seca y escarpada, en la que se pueden ver importantes yacimientos de pozolana, con intercalaciones blanquecinas, materia prima que ha permitido recientemente la instalación en la isla de una industria cementera, cuenta no obstante con encantos ocultos. Basta con seguir de Porto Novo hacia Ribeira das Patas, pasando por Lajedos, (explotación agrícola orientada al turismo, con un futuro prometedor, ya que aquí se está desarrollando una experiencia piloto de aldea turística autoabastecida), hasta llegar al pintoresco Alto Mira, sobre la ribera que conduce a Tarrafal. Ligeramente al Norte, en el litoral Oeste de la isla, el hermoso pueblo de Monte Trigo, que mira hacia el pico más elevado de la isla, el Topo de Coroa, que da el título a una de las obras de uno de los músicos actuales más emblemáticos de Cabo Verde: Bau.

Al Este de Porto Novo se encuentra la Playa de Escorralete, donde se celebra uno de los festivales anuales de música que se organizan en Cabo Verde, y por donde continúa la carretera litoral, desde Porto Novo hasta Janela, y que, por primera vez en Cabo Verde, venció a la montaña a través de túneles, que acortan la distancia y el tiempo de viaje entre estas dos localidades, quedando reducido a una escasa media hora.

Pero no es la playa lo que más busca el viajero cuando se traslada a Santo Antão. Subiendo hacia el Norte, penetramos en un mundo sorprendente, donde nos dejamos cautivar por los paisajes, nos consuela la suavidad del clima y nos maravilla la capacidad del hombre de encontrar la forma de moverse a través de relieves hostiles y, a primera vista, insalvables.

Una carretera esculpida metro a metro en un terreno accidentado, nos conduce de los parajes áridos a los techos montañosos donde reinan el pino, el eucalipto y las nieblas frescas y densas.

En pocos kilómetros viajamos del desierto a la montaña, a través de paisajes emocionantes. Estamos en algunas de las zonas más elevadas de Cabo Verde, y las condiciones del terreno y el clima nos invitan a realizar actividades de montaña y agradables excursiones, que nos reconcilian con la vida y nos liberan de las preocupaciones cotidianas.

Son momentos inolvidables que penetrarán más en la memoria si decidimos descender a Cova, cráter transformado en campos verdes, y aproximándonos al Pico da Cruz, giramos hacia Paúl, al Norte. Descendiendo hacia el valle del mismo nombre, después de pasar por Chã de Manuel dos Santos, hasta encontrarnos en la carretera de piedra, atravesando los cultivos que se multiplican, por entre corrientes de agua y cataratas, confirmamos que Cabo Verde cuenta con rincones realmente tropicales. Son unas seis horas de marcha que nos sumergen profundamente en la naturaleza.

Si continuamos por la carretera camino al Norte, descenderemos lentamente hacia el valle donde se encuentra Ribeira Grande, y pasamos por el famoso “delgadinho”, un tramo de carretera en el filo de un “cuchillo” que se hunde abruptamente en las dos faldas, al Este hasta el lecho Ribeira da Torre, y al Oeste hasta el de Ribeira Grande, la primera sede de Concejo de Santo Antão, en 1732. Llegado aquí, el visitante debe continuar explorando en direcciones antagónicas, pero ambas obligatorias.

Hacia el Sudeste, siguiendo siempre el litoral, se alcanza el Valle de Paúl, la zona agrícola por excelencia de la isla. La vegetación es densa, punteada por papayos, mangales y árboles del pan, intercalada por hermosos espacios para el cultivo del maíz, caña de azúcar, judía, mandioca, ñame, bananeras y otras especies agrícolas.

Todos nuestros movimientos en este valle parecen vigilados por las imponentes montañas que lo rodean. El viajero puede disfrutar de una tranquilidad reparadora en el parque de ocio de Passagem, donde la piscina es el principal polo de atracción, en los períodos en los que funciona…

Explorada Ribeira do Paul, hay que regresar al litoral, y continuar de Santo António das Pombas hasta Janela, volviendo a Ribeira Grande, desde donde, si continuamos hacia el Noroeste, llegamos a Ponta de Sol, antigua Maria Pia, que desde 1885 se ha convertido en sede del concejo, y donde se encuentra el aeródromo, ahora inactivo, importante obra de ingeniería parcialmente levantada en terrenos arrebatados al mar.

La ciudad es tranquila, invitando a un paseo relajado, libre y sin prisas. La plaza central es hermosa y muy bien cuidada, destacando algunos hermosos edificios como la Iglesia, el Ayuntamiento, el Hospital y Correos.

Las fiestas religiosas marcan el ritmo del año, como ocurre con la de S. João Baptista en Porto Novo, el 24 de junio, o la de Nossa Senhora do Livramento, el 24 de septiembre. Siempre resulta emocionante observar los ritos de una población sencilla y creyente, cuando se manifiestan en las calles, cumpliendo tradiciones seculares en las que la fe y las costumbres se cruzan, y perpetúan una cultura genuina.

Desde Ponta do Sol, el breve desvío a Fontaínhas, penetrando en la isla, es al mismo tiempo aventura y delicia. Colgada en la ladera como un belén, a este pueblo se accede por una carretera estrecha y sinuosa cavada en el trazado vertical de la montaña. Pero el vértigo compensa, cuando un contempla una garganta acantilada y verde que corta la respiración, bajo el aleteo de garzas, cuervos y palomas, que convierten este rincón en un auténtico paraje íntimo, abierto al cielo y al mar.

Partiendo de Fontainhas y pasando por Formiguinhas camino de Cruzinha da Garça, también accesible por Chã de Igreja, se puede hacer una de las más hermosas rutas en Santo Antão, bordeando por la parte superior del acantilado un mar que se extiende, al fondo, hasta lo infinito, que parece que remonta el horizonte, mientras que al otro lado, la majestuosa montaña nos parece particularmente próxima y acogedora.

No se puede abandonar Santo Antão sin tener un contacto con la producción de grogue, aguardiente típico elaborado con caña de azúcar utilizando, aún hoy, métodos tradicionales. Para ello, nada como recorrer Ribeira Grande, pasando Boca de Coruja, subir de la Boca de Ambas as Ribeiras hacia la montaña, y desembocar en el enorme anfiteatro de la Ribeira da Garça, otro escenario grandioso recortado de cinturas rocosas donde  la caña de azúcar se cultiva cuidadosamente, para ser transformada en el precioso líquido en los diversos trapiches, unos ya mecanizado otros aún accionados con madera o mulas, que salpican la vasta ladera, desprendiendo en época de cosecha, el típico olor del mosto.

Con el mar siempre cerca, es una delicia saborear antes de partir, un caldo de pescado, que aquí se aproxima más a la caldereta, por la variedad y abundancia de las verduras que acompañan al pescado, servido en generosas raciones.

La excelente fruta de la isla, desde la banana hasta el mango o la papaya, deliciosa al ser cosechada directamente del árbol, pero que puede consumirse como postre, acompañada de un delicioso queso de cabra, constituyendo un imponente postre.

Y, claro, el grogue o un licor entre los que se elaboran en Santo Antão, son el sello apropiado de una comida santantonense...

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