El declive del comercio exterior en Cabo Verde en el siglo XVII
- Comercio
El siglo XVII trajo enormes problemas al comercio de Portugal y España con África, a causa de la actuación predadora de los corsarios que, a pesar de los acuerdos celebrados entre los reyes de Portugal, España, Francia e Inglaterra, y de la vigilancia ejercida por navíos de guerra portugueses (galeones, naves, carabelas, bergantines, galeones, fustas, carabelones de aviso), así como de la aplicación de la táctica de navegación en conserva (convoyes de barcos, portugueses y españoles), deshicieron el complejo sistema montado por D. Manuel I, y llevaron al total incumplimiento de los tratados luso-castellanos (Alcáçovas y Tordesillas) y de los monarcas portugueses con la Santa Sede (bulas papales). A ello contribuyeron algunos factores exógenos poderosos, en el contexto de la evolución cultural, política, social y religiosa del siglo XVII, entre los que cabe destacar tres: el Cisma Protestante en 1517, que abolió la autoridad papal sobre los estados, el surgimiento de filosofías antiestatales, defendiendo el Jus Conmunicationnis, es decir, la libre movilidad en tierra y en el mar, así como la expulsión de los judíos de Portugal, que llevaron a las cancillerías de los gobiernos europeos los conocimientos náuticos avanzados que Portugal tenía por esa época, además de haberse instalado algunos (cristianos nuevos) en Cabo Verde y en Guinea. Fue una auténtica revolución, generada precisamente por la globalización provocada en gran parte por los descubrimientos quinientistas.
Con el declive del comercio de esclavos en Ribeira Grande, simultaneo a los ataques de los piratas a la ciudad, primero franceses, después ingleses y más tarde holandeses, en las postrimerías del siglo XVI y en los siguientes, ataques que aceleraron el abandono de la ciudad y la progresiva ocupación del interior de las islas de Santiago y Fogo, la agricultura asume el papel primordial de la economía de Cabo Verde, tanto para el sustento de la población, como para alimentar el escaso comercio exterior que subsistía.
Fue entonces cuando el pueblo caboverdiano se enfrentó a la búsqueda de su propia identidad, obligado a vivir de la tierra árida, lejos del mar adverso, abandonado por el reino (orientado a Guinea, donde se situaba en realidad el núcleo del comercio esclavista). Aunque Ribeira Grande continuara marcando su presencia en los tratos con Guinea, la actividad comercial se fue haciendo residual, con las ciudades de Playa y Ribeira Grande despoblándose, quedándose allí los apoderados de los armadores y comerciantes, a cargo de sus negocios, y pasando incluso los navíos negreros de la ruta Europa / Guinea / Indias castellanas a pagar los derechos en Cacheu (que en 1605 se convirtió en villa, fortificada y con más de 600 “confesos” y dotada de un capitán y oidor de los Rios da Guinea), sin tener que desembarcar en Ribeira Grande, donde en 1647 acabó por cerrarse la Factoría de Guinea.
El siglo XVII trajo enormes problemas al comercio de Portugal y España con África, a causa de la actuación predadora de los corsarios que, a pesar de los acuerdos celebrados entre los reyes de Portugal, España, Francia e Inglaterra, y de la vigilancia ejercida por navíos de guerra portugueses (galeones, naves, carabelas, bergantines, galeones, fustas, carabelones de aviso), así como de la aplicación de la táctica de navegación en conserva (convoyes de barcos, portugueses y españoles), deshicieron el complejo sistema montado por D. Manuel I, y llevaron al total incumplimiento de los tratados luso-castellanos (Alcáçovas y Tordesillas) y de los monarcas portugueses con la Santa Sede (bulas papales). A ello contribuyeron algunos factores exógenos poderosos, en el contexto de la evolución cultural, política, social y religiosa del siglo XVII, entre los que cabe destacar tres: el Cisma Protestante en 1517, que abolió la autoridad papal sobre los estados, el surgimiento de filosofías antiestatales, defendiendo el Jus Conmunicationnis, es decir, la libre movilidad en tierra y en el mar, así como la expulsión de los judíos de Portugal, que llevaron a las cancillerías de los gobiernos europeos los conocimientos náuticos avanzados que Portugal tenía por esa época, además de haberse instalado algunos (cristianos nuevos) en Cabo Verde y en Guinea. Fue una auténtica revolución, generada precisamente por la globalización provocada en gran parte por los descubrimientos quinientistas.
Con el declive del comercio de esclavos en Ribeira Grande, simultaneo a los ataques de los piratas a la ciudad, primero franceses, después ingleses y más tarde holandeses, en las postrimerías del siglo XVI y en los siguientes, ataques que aceleraron el abandono de la ciudad y la progresiva ocupación del interior de las islas de Santiago y Fogo, la agricultura asume el papel primordial de la economía de Cabo Verde, tanto para el sustento de la población, como para alimentar el escaso comercio exterior que subsistía.
Fue entonces cuando el pueblo caboverdiano se enfrentó a la búsqueda de su propia identidad, obligado a vivir de la tierra árida, lejos del mar adverso, abandonado por el reino (orientado a Guinea, donde se situaba en realidad el núcleo del comercio esclavista). Aunque Ribeira Grande continuara marcando su presencia en los tratos con Guinea, la actividad comercial se fue haciendo residual, con las ciudades de Playa y Ribeira Grande despoblándose, quedándose allí los apoderados de los armadores y comerciantes, a cargo de sus negocios, y pasando incluso los navíos negreros de la ruta Europa / Guinea / Indias castellanas a pagar los derechos en Cacheu (que en 1605 se convirtió en villa, fortificada y con más de 600 “confesos” y dotada de un capitán y oidor de los Rios da Guinea), sin tener que desembarcar en Ribeira Grande, donde en 1647 acabó por cerrarse la Factoría de Guinea.
Armando Ferreira