Cultura - Música

La música es, después de la lengua, la manifestación más rica y universal de la cultura caboverdiana. Fundador de una nación nueva, a partir de decenas de culturas de origen, el pueblo de Cabo Verde fue perfeccionando modelos originales de cultura musical, en la que las alegrías y las tristezas, los encuentros y las separaciones, la tierra y el mar, el hambre y la abundancia, la soledad y la fiesta, la nostalgia, el amor, la vida y la muerte se transforman en melopeas dolientes, en sentidos susurros, en melodías de esperanza o gritos de alegría e incluso torbellinos de festejo.

De este modo, se han ido generando formas musicales más o menos rudimentarias, como las cantigas da monda (guarda-pardal, guarda-corvo y guarda galinha-mato), tradicionales en las islas agrícolas (Santiago, Santo Antão, S. Nicolau y Brava), cantadas por los niños; en Brava se desarrolló un género de nombre bombena, que se cantaba en coro en los trabajos agrícolas, en forma de emulación durante la faena; en Santo Antão, donde se generalizó la utilización del trapiche, surgieron las toadas de aboio, cantadas para animar a los bueyes a acelerar el paso en el terreno; también se cantaba en el mar, retratando las cantigas marítimas de una manera especialmente acertada la fisonomía del caboverdiano y su fuerte vinculación al mar; particularmente tiernas, las cantigas de ninar, cantadas generalmente por los abuelos, que se quedaban en casa para cuidar a los nietos mientras los padres trabajaban; sin olvidar las cantigas de roda, que alegraban a los niños de las escuelas en sus recreos, acompañadas de mímica corporal; las lenga-lengas, las ladaínhas (Santo Antão), los rezos religiosos (Santiago), así como las divinas (cantadas en polifonía en S. Nicolau) son emanaciones de las ceremonias del culto católico, pero se transmiten fuera de las iglesias, de modo general en un latín empobrecido.

Cabe mencionar también las cantigas de carácter pastoril, cantadas en el paso del año (S. Silvestre) y por Reyes (principios de enero), con origen en las janeiras y reizadas tradicionales en Portugal.

Además existen referencias a otros géneros poco definidos, como el rill o el maxixe (variante del landum), ambos en Boa Vista, decididamente una comunidad con una creatividad musical destacada.

Curiosidad, algunas historias (storia storia) como Blimunde, Pastorinho de Cabra o Nana Tiguera se cantan con base en la escala pentatónica, usada en el extremo oriente.

Tienen un gran significado, en diversas islas, como Santo Antão, Fogo o Boa Vista, las fiestas de romería, influidas por las fiestas de los santos populares en Portugal, pero que adquirieron en Cabo Verde manifestaciones, melodías y ritmos propios, con tambores, golpes en el borde de los pilones, dirigidos por una anciana, la coladera, que lidera un coro de mujeres que canta una melodía conmovedora y monocorde, como un lamento, que evoca personas y escenas de la vida real. Entre ellas, el colá-Son-Djon, que se baila a la luz de las hogueras en las fiestas de San Juan, en junio, es el máximo exponente, y parece que tiene  su origen en las umbigadas o cheganças, en esa época prohibidas en Portugal.

También de origen europeo, subsisten en Cabo Verde en su versión original (aunque hubo transformaciones que se mencionan más adelante), como el vals, la mazurka y la contra-dança (country dance, procedente de Inglaterra).

Finalmente, una referencia a las músicas fúnebres, con profunda tradición en la sociedad caboverdiana, que con ellas pretende recordar, por un lado, a los entes queridos que se van de este mundo, y, por otro lado, exorcizar de algún modo la muerte y la tristeza que causa a los que quedan. La melopea de las carpideiras, que regularmente irrumpen en los largos y concurridos velatorios en Cabo Verde, en medio del silencio reverencial que se instala, causa escalofríos.

La música es, después de la lengua, la manifestación más rica y universal de la cultura caboverdiana. Fundador de una nación nueva, a partir de decenas de culturas de origen, el pueblo de Cabo Verde fue perfeccionando modelos originales de cultura musical, en la que las alegrías y las tristezas, los encuentros y las separaciones, la tierra y el mar, el hambre y la abundancia, la soledad y la fiesta, la nostalgia, el amor, la vida y la muerte se transforman en melopeas dolientes, en sentidos susurros, en melodías de esperanza o gritos de alegría e incluso torbellinos de festejo.

De este modo, se han ido generando formas musicales más o menos rudimentarias, como las cantigas da monda (guarda-pardal, guarda-corvo y guarda galinha-mato), tradicionales en las islas agrícolas (Santiago, Santo Antão, S. Nicolau y Brava), cantadas por los niños; en Brava se desarrolló un género de nombre bombena, que se cantaba en coro en los trabajos agrícolas, en forma de emulación durante la faena; en Santo Antão, donde se generalizó la utilización del trapiche, surgieron las toadas de aboio, cantadas para animar a los bueyes a acelerar el paso en el terreno; también se cantaba en el mar, retratando las cantigas marítimas de una manera especialmente acertada la fisonomía del caboverdiano y su fuerte vinculación al mar; particularmente tiernas, las cantigas de ninar, cantadas generalmente por los abuelos, que se quedaban en casa para cuidar a los nietos mientras los padres trabajaban; sin olvidar las cantigas de roda, que alegraban a los niños de las escuelas en sus recreos, acompañadas de mímica corporal; las lenga-lengas, las ladaínhas (Santo Antão), los rezos religiosos (Santiago), así como las divinas (cantadas en polifonía en S. Nicolau) son emanaciones de las ceremonias del culto católico, pero se transmiten fuera de las iglesias, de modo general en un latín empobrecido.

Cabe mencionar también las cantigas de carácter pastoril, cantadas en el paso del año (S. Silvestre) y por Reyes (principios de enero), con origen en las janeiras y reizadas tradicionales en Portugal.

Además existen referencias a otros géneros poco definidos, como el rill o el maxixe (variante del landum), ambos en Boa Vista, decididamente una comunidad con una creatividad musical destacada.

Curiosidad, algunas historias (storia storia) como Blimunde, Pastorinho de Cabra o Nana Tiguera se cantan con base en la escala pentatónica, usada en el extremo oriente.

Tienen un gran significado, en diversas islas, como Santo Antão, Fogo o Boa Vista, las fiestas de romería, influidas por las fiestas de los santos populares en Portugal, pero que adquirieron en Cabo Verde manifestaciones, melodías y ritmos propios, con tambores, golpes en el borde de los pilones, dirigidos por una anciana, la coladera, que lidera un coro de mujeres que canta una melodía conmovedora y monocorde, como un lamento, que evoca personas y escenas de la vida real. Entre ellas, el colá-Son-Djon, que se baila a la luz de las hogueras en las fiestas de San Juan, en junio, es el máximo exponente, y parece que tiene  su origen en las umbigadas o cheganças, en esa época prohibidas en Portugal.

También de origen europeo, subsisten en Cabo Verde en su versión original (aunque hubo transformaciones que se mencionan más adelante), como el vals, la mazurka y la contra-dança (country dance, procedente de Inglaterra).

Finalmente, una referencia a las músicas fúnebres, con profunda tradición en la sociedad caboverdiana, que con ellas pretende recordar, por un lado, a los entes queridos que se van de este mundo, y, por otro lado, exorcizar de algún modo la muerte y la tristeza que causa a los que quedan. La melopea de las carpideiras, que regularmente irrumpen en los largos y concurridos velatorios en Cabo Verde, en medio del silencio reverencial que se instala, causa escalofríos.

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