Clima
El clima del archipiélago de Cabo Verde va de árido a semiárido, ya que está fuertemente marcado por los vientos alisios, que soplan del Nordeste y son dominantes. A pesar de la aridez, la brisa que sopla constantemente, disminuyendo al caer el día, suaviza las temperaturas tropicales, que se mantiene entre los 18° y los 32° centígrados, originando temperaturas medías del aire entre los 24° y los 29° centígrados.
El harmatán o lestada sopla de Este-Nordeste entre diciembre y febrero, cubriendo a veces la atmósfera, a continuación transporta un polvo fino y blanquecino (bruma seca) desde el Sahel.
Las escasas lluvias caen en Cabo Verde por influencia del monzón tropical, que sopla ocasionalmente del Sur entre julio y octubre, regando estas islas secas y bendiciendo las semillas que los habitantes de las islas agrícolas entierran pacientemente cuando se acerca este período, vivido por la población con una magia liberadora, a causa de las frecuentes sequías que su historia ha registrado, con consecuencias muchas veces dramáticas.
El gran escritor Manuel Lopes, natural de la isla de S. Nicolau, dejó un testimonio conmovedor del drama que vivieron los habitantes de su isla en los períodos más duros de lestada, en su romance, convertido en la película Os Flagelados do Vento Este.
Gabriel Mariano, que escribió algunas de las mornas más representativas de la vida cotidiana caboverdiana refleja en una frase desgarradora la otra cara dramática de la sequía, las inundaciones: ”... si tarda la lluvia, mueren de sed ... si la lluvia viene, mueren ahogados...” Y así es, las lluvias torrenciales precipitadas por los monzones en los meses arriba mencionados, entre julio y octubre, por influencia del moviemiento hacia el Sur de la confluencia de los alisios en sentidos contrarios, descargan en el suelo seco cantidades diluvianas de agua, que en muchas ocasiones provocan inundaciones vivas que barren laderas y valles, arrastran tierra y piedras sueltas, y pueden destruir cultivos e incluso construcciones edificadas en las márgenes de las riberas.
El clima del archipiélago de Cabo Verde va de árido a semiárido, ya que está fuertemente marcado por los vientos alisios, que soplan del Nordeste y son dominantes. A pesar de la aridez, la brisa que sopla constantemente, disminuyendo al caer el día, suaviza las temperaturas tropicales, que se mantiene entre los 18° y los 32° centígrados, originando temperaturas medías del aire entre los 24° y los 29° centígrados.
El harmatán o lestada sopla de Este-Nordeste entre diciembre y febrero, cubriendo a veces la atmósfera, a continuación transporta un polvo fino y blanquecino (bruma seca) desde el Sahel.
Las escasas lluvias caen en Cabo Verde por influencia del monzón tropical, que sopla ocasionalmente del Sur entre julio y octubre, regando estas islas secas y bendiciendo las semillas que los habitantes de las islas agrícolas entierran pacientemente cuando se acerca este período, vivido por la población con una magia liberadora, a causa de las frecuentes sequías que su historia ha registrado, con consecuencias muchas veces dramáticas.
El gran escritor Manuel Lopes, natural de la isla de S. Nicolau, dejó un testimonio conmovedor del drama que vivieron los habitantes de su isla en los períodos más duros de lestada, en su romance, convertido en la película Os Flagelados do Vento Este.
Gabriel Mariano, que escribió algunas de las mornas más representativas de la vida cotidiana caboverdiana refleja en una frase desgarradora la otra cara dramática de la sequía, las inundaciones: ”... si tarda la lluvia, mueren de sed ... si la lluvia viene, mueren ahogados...” Y así es, las lluvias torrenciales precipitadas por los monzones en los meses arriba mencionados, entre julio y octubre, por influencia del moviemiento hacia el Sur de la confluencia de los alisios en sentidos contrarios, descargan en el suelo seco cantidades diluvianas de agua, que en muchas ocasiones provocan inundaciones vivas que barren laderas y valles, arrastran tierra y piedras sueltas, y pueden destruir cultivos e incluso construcciones edificadas en las márgenes de las riberas.
Armando Ferreira