Factorías Reales
- Economía
En 1520 se creó la Feitoria Real da Guiné, a través de la cual el poder central del reino se instituye como competidor de los, hasta entonces, detentores del monopolio del comercio en Guinea. Mientras que los “vecinos” de Santiago sólo podían comerciar con caballos, aguardiente, algodón de Santiago o paños (incluso éstos se prohibirían), la Factoría, que depende de la Casa da Mina, en la Costa del Oro (actual Gana), reserva para ellos el derecho de comerciar también con algodón de Fogo, marfil, cera, cantería, ágatas, objetos metálicos, metales y productos procedentes de la metrópoli.
Basado inicialmente en un sistema de trueque, el comercio evolucionaría desde 1550 hacia las letras de cambio, un paso importante en la actividad comercial internacional, que permitiría su simplificación e incremento, como se vería más tarde, con la aparición de redes comerciales, que funcionaban con representantes situados en puntos clave, como Sevilla, Lisboa, Cacheu, Ribeira Grande y Cartagena, los cuales se movían en oficinas, cambiando el papel de crédito y débito. O con sociedades mercantiles, en general compuestas por dos socios, uno de ellos capitalista y sedimentario, y el otro mareante, que acompañaba a la mercancía en los navíos y comerciaba con ella en los puertos.
En 1529 el reino estableció la Feitoria dos Algodões do Fogo en la que la producción alcanzaba los 1.500 quintales/año, y en 1534 le sigue la Feitoria Régia de S. Domingos, en Guinea, a bordo de un navío, con el objetivo de aumentar el control del comercio ilegal en sus ríos por los “lançados”, sin grandes efectos prácticos, ya que el negocio crecía para todos.
Fue tan próspero el comercio en Santiago en los siglos XVI y XVII, que Ribeira Grande se instituyó en esa época con un eje de 4 rutas importantes: la de Guinea, ya aquí descrita, pero cuya importancia sólo se entiende a la luz de las 3 restantes: Portugal (Lisboa), Castilla (Sanlúcar, Sevilla, Cádiz, Valencia), y más tarde la Ruta de la Indias españolas (Santo Domingo, Vera Cruz, San João de Ulua, Nombre de Deus – Puertobelo – Perú y Honduras). Aumentando el circuito atlántico interinsular, que englobaba las Canarias, Madeira y Azores, en un concepto precursor del que hoy se ensaya con Macronesia.
En 1520 se creó la Feitoria Real da Guiné, a través de la cual el poder central del reino se instituye como competidor de los, hasta entonces, detentores del monopolio del comercio en Guinea. Mientras que los “vecinos” de Santiago sólo podían comerciar con caballos, aguardiente, algodón de Santiago o paños (incluso éstos se prohibirían), la Factoría, que depende de la Casa da Mina, en la Costa del Oro (actual Gana), reserva para ellos el derecho de comerciar también con algodón de Fogo, marfil, cera, cantería, ágatas, objetos metálicos, metales y productos procedentes de la metrópoli.
Basado inicialmente en un sistema de trueque, el comercio evolucionaría desde 1550 hacia las letras de cambio, un paso importante en la actividad comercial internacional, que permitiría su simplificación e incremento, como se vería más tarde, con la aparición de redes comerciales, que funcionaban con representantes situados en puntos clave, como Sevilla, Lisboa, Cacheu, Ribeira Grande y Cartagena, los cuales se movían en oficinas, cambiando el papel de crédito y débito. O con sociedades mercantiles, en general compuestas por dos socios, uno de ellos capitalista y sedimentario, y el otro mareante, que acompañaba a la mercancía en los navíos y comerciaba con ella en los puertos.
En 1529 el reino estableció la Feitoria dos Algodões do Fogo en la que la producción alcanzaba los 1.500 quintales/año, y en 1534 le sigue la Feitoria Régia de S. Domingos, en Guinea, a bordo de un navío, con el objetivo de aumentar el control del comercio ilegal en sus ríos por los “lançados”, sin grandes efectos prácticos, ya que el negocio crecía para todos.
Fue tan próspero el comercio en Santiago en los siglos XVI y XVII, que Ribeira Grande se instituyó en esa época con un eje de 4 rutas importantes: la de Guinea, ya aquí descrita, pero cuya importancia sólo se entiende a la luz de las 3 restantes: Portugal (Lisboa), Castilla (Sanlúcar, Sevilla, Cádiz, Valencia), y más tarde la Ruta de la Indias españolas (Santo Domingo, Vera Cruz, San João de Ulua, Nombre de Deus – Puertobelo – Perú y Honduras). Aumentando el circuito atlántico interinsular, que englobaba las Canarias, Madeira y Azores, en un concepto precursor del que hoy se ensaya con Macronesia.
Armando Ferreira