Boda Tradicional en S. Nicolau

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Los relatos, siempre minuciosos, de las tradiciones de noviazgo y boda en la isla, impresionaron al Sr. Ramires por su genuina peculiaridad: el despertar de los amores se inicia mediante una piedrecilla que el joven, con el corazón palpitando, lanza a la joven amada con la esperanza de que la guarde en su bolsillo, abriendo así la posibilidad de que le escriba en una carta lo que siente en su corazón. Si la llama del amor se enciende entre los dos, la “señal de asentimiento” se traduce en objeto de valor, mostrándole la joven al mozo el tesoro de su virginidad mediante una flor cerrada, o si sus devaneos pasados ya se la llevaron, lo manifestará tímidamente entregando una flor ya abierta...

Después de esta delicada simbología, y si perdura la llama de la pasión, la moza hablará con su madre para comunicarle el interés del joven; entonces la madre deberá obtener el beneplácito del padre quien, junto con el de la madre, autorizará a la moza a comunicar, con el corazón acelerado, la novedad a tres personas de confi anza del futuro novio, quienes, portando una vasija de buen grogue, se dirigirán a casa de la moza para, en nombre del pretendiente, pedir a sus padres la mano en su nombre.

En un gesto de ingenuidad simulada, los padres llamarán a la moza para preguntarle si fue ella quien permitió la pedida. Si la respuesta es afirmativa beberán el grogo para sellar el noviazgo, que deberá durar cerca de un año.

Si el noviazgo abre a los dos jóvenes sus corazones, se casarán.

Una semana antes de la fecha fi jada para el enlace fi nal, comienza el trabajo de tan importante fiesta: se desgrana el maíz, se prepara el xerém para llenar las tripas del capóde, se elaboran estrellitas de papel; el mayordomo recibe las “bandejas” de los invitados (borregos - capóde - con flores en los cuernos, gallinas con cintas en el cuello, tartas, etc.); la boquera prepara el told (lecho matrimonial), sin olvidase de colocar una sábana blanca.

La fiesta es un alboroto. Se colocan las estrellitas en los hombros de los invitados. La ceremonia religiosa y la boda provocan en todos los invitados una alegría desbordante. Pero la ceremonia no acaba, porque es al amanecer cuando llega la sorpresa principal; los cohetes anuncian la virginidad de la novia, mientras la boquera sale corriendo mostrando la sábana manchada de sangre. La madre estalla en “auténticos” sollozos de alegría, el padre ofrece una ronda de grogo a todos los invitados y la fi esta alcanza su punto álgido, dando paso a que la pareja viva su vida en común, que todos desearán feliz. Antes de ello, como símbolo de promesa, los padrinos organizarán su primer almuerzo, conocido como “armá caldera”, que constituye una especie de deseo de emancipación de los recién casados, bajo el apoyo protector de los padrinos y los padres.

Si por el contrario al amanecer hay silencio y aparece el recién casado con los pantalones remangados hasta las rodillas, la boquera tendrá que ejercer sus dotes conciliatorios para garantizar la comprensión del marido y hacerle olvidar las infidelidades pre conyugales. Es obvio que casi siempre consigue ser convincente, salvo que... ¡la joven le haya “engañado” con la flor que le ofreció un año antes!

Los relatos, siempre minuciosos, de las tradiciones de noviazgo y boda en la isla, impresionaron al Sr. Ramires por su genuina peculiaridad: el despertar de los amores se inicia mediante una piedrecilla que el joven, con el corazón palpitando, lanza a la joven amada con la esperanza de que la guarde en su bolsillo, abriendo así la posibilidad de que le escriba en una carta lo que siente en su corazón. Si la llama del amor se enciende entre los dos, la “señal de asentimiento” se traduce en objeto de valor, mostrándole la joven al mozo el tesoro de su virginidad mediante una flor cerrada, o si sus devaneos pasados ya se la llevaron, lo manifestará tímidamente entregando una flor ya abierta...

Después de esta delicada simbología, y si perdura la llama de la pasión, la moza hablará con su madre para comunicarle el interés del joven; entonces la madre deberá obtener el beneplácito del padre quien, junto con el de la madre, autorizará a la moza a comunicar, con el corazón acelerado, la novedad a tres personas de confi anza del futuro novio, quienes, portando una vasija de buen grogue, se dirigirán a casa de la moza para, en nombre del pretendiente, pedir a sus padres la mano en su nombre.

En un gesto de ingenuidad simulada, los padres llamarán a la moza para preguntarle si fue ella quien permitió la pedida. Si la respuesta es afirmativa beberán el grogo para sellar el noviazgo, que deberá durar cerca de un año.

Si el noviazgo abre a los dos jóvenes sus corazones, se casarán.

Una semana antes de la fecha fi jada para el enlace fi nal, comienza el trabajo de tan importante fiesta: se desgrana el maíz, se prepara el xerém para llenar las tripas del capóde, se elaboran estrellitas de papel; el mayordomo recibe las “bandejas” de los invitados (borregos - capóde - con flores en los cuernos, gallinas con cintas en el cuello, tartas, etc.); la boquera prepara el told (lecho matrimonial), sin olvidase de colocar una sábana blanca.

La fiesta es un alboroto. Se colocan las estrellitas en los hombros de los invitados. La ceremonia religiosa y la boda provocan en todos los invitados una alegría desbordante. Pero la ceremonia no acaba, porque es al amanecer cuando llega la sorpresa principal; los cohetes anuncian la virginidad de la novia, mientras la boquera sale corriendo mostrando la sábana manchada de sangre. La madre estalla en “auténticos” sollozos de alegría, el padre ofrece una ronda de grogo a todos los invitados y la fi esta alcanza su punto álgido, dando paso a que la pareja viva su vida en común, que todos desearán feliz. Antes de ello, como símbolo de promesa, los padrinos organizarán su primer almuerzo, conocido como “armá caldera”, que constituye una especie de deseo de emancipación de los recién casados, bajo el apoyo protector de los padrinos y los padres.

Si por el contrario al amanecer hay silencio y aparece el recién casado con los pantalones remangados hasta las rodillas, la boquera tendrá que ejercer sus dotes conciliatorios para garantizar la comprensión del marido y hacerle olvidar las infidelidades pre conyugales. Es obvio que casi siempre consigue ser convincente, salvo que... ¡la joven le haya “engañado” con la flor que le ofreció un año antes!

Autoria/Fonte

Armando Ferreira en “S. Nicolau, berço da intelectualidade em Cabo Verde”

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