Primer ciclo de poblamiento (siglos XV y XVI - Santiago y Fogo)

Portugueses del Alentejo, del Algarve y de Madeira enviados por D. Alfonso V, además de algunos nobles y otros condenados, junto con genoveses traídos por António da Noli, fueron los primeros pobladores de Cabo Verde, estableciéndose en Ribeira Grande y en Alcatrazes.

El comercio de esclavos, negocio floreciente iniciado con una base logística en Ribeira Grande, hizo el resto, a partir de 1462, alcanzando el clímax entre 1475 y 1575.

Si trazamos un ángulo desde S. Luís, en Senegal, hasta Bamako, en Malí, y después a Monrovia, en Liberia, tenemos la línea que delimita, en la configuración geopolítica actual, hasta el mar, la zona de recogida de los esclavos que, durante siglos, alimentarían el comercio negrero que pasó por Cabo Verde hasta finales del siglo XIX.

Fulas, Jalofos, Azenegues, Mouros, Tucurores, Mandingas, Felupes, Sereres, Lebus, Cassangas, Pajadincas, Bajarancas, Brames, Bassaris, Bambarãs, Bolotas, Jacancas, Baiotes, Balantas, Papéis, Beafadas, Caboianas, Landumas, Sapes, Bagas, Banhuns, Jaloncas, Saracolés, Sacalates, Uassoloncas, Nalás, Sossos, Suruás, Limbas, Temenés, Tiliboncas, Quissis y Bolões, entre otros, eran los pueblos que alimentaban el comercio de esclavos. La multiplicidad de las tribus, unida al clima de hostilidades entre ellas,  contribuyó a la mutua captura y consiguiente tráfico, y al mismo tiempo creó las condiciones en el destino para que una verdadera babel de lenguas, tradiciones y creencia redundase de forma paradójica facilitando la aparición de patrones comunes, religiosos, consuetudinarios o lingüísticos.

La ciudad de Ribeira Grande, hoy conocida como Cidade Velha, fue durante estos dos siglos un “almacén” de comercio de esclavos, que entretanto eran destinatarios de algunas preocupaciones humanistas, por parte de la Iglesia, que intentaba convertirlos a la fe cristiana, bautizarlos, y se esforzaba por comunicarse con ellos e inculcarles los preceptos del evangelio, e incluso algunas enseñanzas,  cuyo resultado más notable fue la formación del criollo, que se convertiría en la piedra de toque de la nueva cultura de este país y de aquellos otros países adonde fueron llevados en misión no solo de trabajo, sino también de poblamiento, como fue el caso de algunas islas en el Caribe, Brasil y las llamadas “Indias castellanas”. Fue la lengua criolla, presente a finales del siglo XV en las comunidades que se fueron desarrollando en Cabo Verde, la que determinó el proceso de socialización de la mezcla de pueblos que dieron origen al pueblo caboverdiano.

Como fácilmente se desprende del hecho de estar ante un negocio de personas como si se de mercancía se tratase, muy especial eso sí, el pueblo caboverdiano procede de una minoría de los esclavos que se fueron trayendo del África Occidental. La mayoría fue trasladada a otros destinos, primero a Portugal (Continente y Madeira) y España (Canarias, Sevilla, Cádiz... ); más tarde a Cuba, Santo Domingo, Barbados, Brasil, Curaçao, Aruba, Bonaire, Honduras, etc.

El declive del comercio negrero en la gran urbe de Ribeira Grande desde finales del siglo XVI acarreó el masivo éxodo de su población hacia el interior de la isla, donde, en las riberas más fecundas y en la llanura central, se establecieron los nuevos motores de la economía, las haciendas, alrededor de las capillas y de las casas señoriales de los morgados. Entre 1530 y 1560 la población de la capital creció hasta el punto de extenderse más allá de la ribera hacia las laderas circundantes, registrando en 1582 los 6.208 habitantes, en 1731 sólo se contaban en la ciudad 1.733, mientras que Vila da Playa de Santa Maria, creciendo desde 1615, beneficiándose del paso progresivo de lo que quedaba del tráfico atlántico, caminaba a pasos agigantados hacia el estatus de capital, en 1769.

Portugueses del Alentejo, del Algarve y de Madeira enviados por D. Alfonso V, además de algunos nobles y otros condenados, junto con genoveses traídos por António da Noli, fueron los primeros pobladores de Cabo Verde, estableciéndose en Ribeira Grande y en Alcatrazes.

El comercio de esclavos, negocio floreciente iniciado con una base logística en Ribeira Grande, hizo el resto, a partir de 1462, alcanzando el clímax entre 1475 y 1575.

Si trazamos un ángulo desde S. Luís, en Senegal, hasta Bamako, en Malí, y después a Monrovia, en Liberia, tenemos la línea que delimita, en la configuración geopolítica actual, hasta el mar, la zona de recogida de los esclavos que, durante siglos, alimentarían el comercio negrero que pasó por Cabo Verde hasta finales del siglo XIX.

Fulas, Jalofos, Azenegues, Mouros, Tucurores, Mandingas, Felupes, Sereres, Lebus, Cassangas, Pajadincas, Bajarancas, Brames, Bassaris, Bambarãs, Bolotas, Jacancas, Baiotes, Balantas, Papéis, Beafadas, Caboianas, Landumas, Sapes, Bagas, Banhuns, Jaloncas, Saracolés, Sacalates, Uassoloncas, Nalás, Sossos, Suruás, Limbas, Temenés, Tiliboncas, Quissis y Bolões, entre otros, eran los pueblos que alimentaban el comercio de esclavos. La multiplicidad de las tribus, unida al clima de hostilidades entre ellas,  contribuyó a la mutua captura y consiguiente tráfico, y al mismo tiempo creó las condiciones en el destino para que una verdadera babel de lenguas, tradiciones y creencia redundase de forma paradójica facilitando la aparición de patrones comunes, religiosos, consuetudinarios o lingüísticos.

La ciudad de Ribeira Grande, hoy conocida como Cidade Velha, fue durante estos dos siglos un “almacén” de comercio de esclavos, que entretanto eran destinatarios de algunas preocupaciones humanistas, por parte de la Iglesia, que intentaba convertirlos a la fe cristiana, bautizarlos, y se esforzaba por comunicarse con ellos e inculcarles los preceptos del evangelio, e incluso algunas enseñanzas,  cuyo resultado más notable fue la formación del criollo, que se convertiría en la piedra de toque de la nueva cultura de este país y de aquellos otros países adonde fueron llevados en misión no solo de trabajo, sino también de poblamiento, como fue el caso de algunas islas en el Caribe, Brasil y las llamadas “Indias castellanas”. Fue la lengua criolla, presente a finales del siglo XV en las comunidades que se fueron desarrollando en Cabo Verde, la que determinó el proceso de socialización de la mezcla de pueblos que dieron origen al pueblo caboverdiano.

Como fácilmente se desprende del hecho de estar ante un negocio de personas como si se de mercancía se tratase, muy especial eso sí, el pueblo caboverdiano procede de una minoría de los esclavos que se fueron trayendo del África Occidental. La mayoría fue trasladada a otros destinos, primero a Portugal (Continente y Madeira) y España (Canarias, Sevilla, Cádiz... ); más tarde a Cuba, Santo Domingo, Barbados, Brasil, Curaçao, Aruba, Bonaire, Honduras, etc.

El declive del comercio negrero en la gran urbe de Ribeira Grande desde finales del siglo XVI acarreó el masivo éxodo de su población hacia el interior de la isla, donde, en las riberas más fecundas y en la llanura central, se establecieron los nuevos motores de la economía, las haciendas, alrededor de las capillas y de las casas señoriales de los morgados. Entre 1530 y 1560 la población de la capital creció hasta el punto de extenderse más allá de la ribera hacia las laderas circundantes, registrando en 1582 los 6.208 habitantes, en 1731 sólo se contaban en la ciudad 1.733, mientras que Vila da Playa de Santa Maria, creciendo desde 1615, beneficiándose del paso progresivo de lo que quedaba del tráfico atlántico, caminaba a pasos agigantados hacia el estatus de capital, en 1769.

Autoria/Fonte

Armando Ferreira