Dispersión del comercio por las playas

En los siglos XVII y XVIII el comercio procura escapar a los impuestos, por lo que se hace sobre todo en las playas, a los largo de las cuales atracan barcos ingleses, franceses y holandeses para hacer “aguada” y adquirir mercancías para el comercio que siguen ejerciendo en Guinea. Compran paños de algodón, cerdos, gallinas, cabras, vacas, caballos, burros, frutos secos, frescos, todo sin “regimiento de aduana”, pero sí aplicando los “usos y costumbres”... A cambio, dejan ropa vieja, sombreros, cuchillos, vajillas, trigo, aceite, lino, seda, tafetán, quincallería...

En 1702 el Oidor General António da Fonseca Escobar se refiere a las “diferencias” entre los moradores y los extranjeros en las playas, que daban lugar a auténticas luchas en la isla (Santiago, donde se habla de 38 puertos), sabiéndose que había marineros que desembarcaban para robar ganado, esclavos y hasta hombres libres.

Este comercio tenía reglas nuevas, registrándose por vez primera la acción de rabidantes (vendedores ambulantes) o “atravesados”, que compraban al por mayor a los productores y dominaban los mercados de las playas, provocando a veces enfrentamientos con los productores y los “hombres poderosos”.

Los ingleses acabaron dominando de tal forma el comercio de las islas, en busca de orchilla, víveres, paños y sal, que llegaron a ocupar Santo Antão, (comprando la isla a los donatarios), Brava (durante 6 meses) y frecuentaban Maio como dueños de la isla. Pero sería S. Vicente, en el siglo XIX, la isla en la que los súbditos de su Majestad marcarían más su presencia en Cabo Verde, gracias al comercio del carbón y, más tarde, a la instalación del cable submarino de comunicaciones entre Europa y América.

El siglo XIX fue para la economía de Cabo Verde el siglo de la Sal. Barcos ingleses, brasileños y norteamericanos desembarcaban en las islas de Maio y Boa Vista para abastecerse de “oro blanco”, que cambió también de nombre de Lhana a Sal. En Boa Vista Sal Rei creció a la sombra de este importante comercio, llegando a convertirse en una plaza importante del comercio, conducida por la iniciativa empresarial de la familia Ben’Oliel que, junto con la familia Carvalho, marcó una época de la vida económica de la isla y de Cabo Verde.

En los siglos XVII y XVIII el comercio procura escapar a los impuestos, por lo que se hace sobre todo en las playas, a los largo de las cuales atracan barcos ingleses, franceses y holandeses para hacer “aguada” y adquirir mercancías para el comercio que siguen ejerciendo en Guinea. Compran paños de algodón, cerdos, gallinas, cabras, vacas, caballos, burros, frutos secos, frescos, todo sin “regimiento de aduana”, pero sí aplicando los “usos y costumbres”... A cambio, dejan ropa vieja, sombreros, cuchillos, vajillas, trigo, aceite, lino, seda, tafetán, quincallería...

En 1702 el Oidor General António da Fonseca Escobar se refiere a las “diferencias” entre los moradores y los extranjeros en las playas, que daban lugar a auténticas luchas en la isla (Santiago, donde se habla de 38 puertos), sabiéndose que había marineros que desembarcaban para robar ganado, esclavos y hasta hombres libres.

Este comercio tenía reglas nuevas, registrándose por vez primera la acción de rabidantes (vendedores ambulantes) o “atravesados”, que compraban al por mayor a los productores y dominaban los mercados de las playas, provocando a veces enfrentamientos con los productores y los “hombres poderosos”.

Los ingleses acabaron dominando de tal forma el comercio de las islas, en busca de orchilla, víveres, paños y sal, que llegaron a ocupar Santo Antão, (comprando la isla a los donatarios), Brava (durante 6 meses) y frecuentaban Maio como dueños de la isla. Pero sería S. Vicente, en el siglo XIX, la isla en la que los súbditos de su Majestad marcarían más su presencia en Cabo Verde, gracias al comercio del carbón y, más tarde, a la instalación del cable submarino de comunicaciones entre Europa y América.

El siglo XIX fue para la economía de Cabo Verde el siglo de la Sal. Barcos ingleses, brasileños y norteamericanos desembarcaban en las islas de Maio y Boa Vista para abastecerse de “oro blanco”, que cambió también de nombre de Lhana a Sal. En Boa Vista Sal Rei creció a la sombra de este importante comercio, llegando a convertirse en una plaza importante del comercio, conducida por la iniciativa empresarial de la familia Ben’Oliel que, junto con la familia Carvalho, marcó una época de la vida económica de la isla y de Cabo Verde.

Autoria/Fonte

Armando Ferreira