Cámaras

En 1555 llegó a Ribeira Grande el Corregidor Rodrigues Cardoso que, puesto por el rey al corriente de la corrupción que se extendía en Cabo Verde (valiéndose los “hombres poderosos” de “chegados”, “compadres” y “seguidores”, hasta en Lisboa, para comprar la protección de almojarife, escribanos, administradores y procuradores) se aproximó a los “hijos de la tierra” (“negros forros” y “hombres de color moreno” – mulatos - que eran carpinteros, panaderos, sastres, calafates, mareantes... ) e hizo entrar representantes de éstos últimos en la Cámara, que pasó a defender los derechos de las clases más desfavorecidas, en detrimento de los oficiales de la Cámara, hidalgos, caballeros y personas nobles del regimiento de la tierra.

Este episodio, que fue el primero del que tenemos noticia en un proceso de afirmación democrática en Cabo Verde, ilustra como las Cámaras desempeñaron, en estos primeros tiempos de la organización política en Cabo Verde y a lo largo de los siglos, incluso a pesar de ocasionales desobediencias, un papel relevante en la formación de una sociedad nueva y original, en una época ya desarrollada por una cultura cuyos tres principales pilares eran la lengua criolla, la doctrina humanista cristiana y el plurirracialismo, en un proceso interactivo en el cual se puede notar que estos pilares apelan a una estructura representativa de todos, y esa estructura, la Cámara, respondiendo a esta aspiración pública, regenera a su vez el sentimiento de los derechos de las clases menos favorecidas. La Cámara estaba compuesta por dos jueces ordinarios, concejales, procurador, tesorero y escribano, que tenían atribuciones muy complejas del foro jurídico en mar y en tierra, y en la regulación de la vida económica, para lo que se apoyaban en un grupo especializado de funcionarios públicos, desde almotacenes hasta alcaides, alguacil y cuadrilleros. Cobraban multas y contribuciones, así como tasas diversas, a oficiales mecánicos, jornaleros, mancebos, mozos de soldada, etc. lo que les permitía sacar adelante mejoras municipales, transportes y servicios externos, tales como a físicos, cirujanos o boticarios.

En el siglo XVII asistimos a reivindicaciones de las Cámaras de Cabo Verde al poder real, de forma general, quejándose del poder que localmente se sentía como opresor, limitándose muchas veces a cobrar impuestos y a mermar la libertad de comerciar con los barcos extranjeros, sin atender a los intereses y necesidades de las poblaciones que representaban.

Como en todos los sectores de la vida de Cabo Verde, los siglos XVIII y XIX fueron de grave crisis, lo que no impidió que la institución cameral llegara a la independencia, en 1975, con el suficiente vigor para que el poder autárquico se implantara en el país y se repartiera en 22 cámaras, dinámicas y representativas de las poblaciones de las islas.

En 1555 llegó a Ribeira Grande el Corregidor Rodrigues Cardoso que, puesto por el rey al corriente de la corrupción que se extendía en Cabo Verde (valiéndose los “hombres poderosos” de “chegados”, “compadres” y “seguidores”, hasta en Lisboa, para comprar la protección de almojarife, escribanos, administradores y procuradores) se aproximó a los “hijos de la tierra” (“negros forros” y “hombres de color moreno” – mulatos - que eran carpinteros, panaderos, sastres, calafates, mareantes... ) e hizo entrar representantes de éstos últimos en la Cámara, que pasó a defender los derechos de las clases más desfavorecidas, en detrimento de los oficiales de la Cámara, hidalgos, caballeros y personas nobles del regimiento de la tierra.

Este episodio, que fue el primero del que tenemos noticia en un proceso de afirmación democrática en Cabo Verde, ilustra como las Cámaras desempeñaron, en estos primeros tiempos de la organización política en Cabo Verde y a lo largo de los siglos, incluso a pesar de ocasionales desobediencias, un papel relevante en la formación de una sociedad nueva y original, en una época ya desarrollada por una cultura cuyos tres principales pilares eran la lengua criolla, la doctrina humanista cristiana y el plurirracialismo, en un proceso interactivo en el cual se puede notar que estos pilares apelan a una estructura representativa de todos, y esa estructura, la Cámara, respondiendo a esta aspiración pública, regenera a su vez el sentimiento de los derechos de las clases menos favorecidas. La Cámara estaba compuesta por dos jueces ordinarios, concejales, procurador, tesorero y escribano, que tenían atribuciones muy complejas del foro jurídico en mar y en tierra, y en la regulación de la vida económica, para lo que se apoyaban en un grupo especializado de funcionarios públicos, desde almotacenes hasta alcaides, alguacil y cuadrilleros. Cobraban multas y contribuciones, así como tasas diversas, a oficiales mecánicos, jornaleros, mancebos, mozos de soldada, etc. lo que les permitía sacar adelante mejoras municipales, transportes y servicios externos, tales como a físicos, cirujanos o boticarios.

En el siglo XVII asistimos a reivindicaciones de las Cámaras de Cabo Verde al poder real, de forma general, quejándose del poder que localmente se sentía como opresor, limitándose muchas veces a cobrar impuestos y a mermar la libertad de comerciar con los barcos extranjeros, sin atender a los intereses y necesidades de las poblaciones que representaban.

Como en todos los sectores de la vida de Cabo Verde, los siglos XVIII y XIX fueron de grave crisis, lo que no impidió que la institución cameral llegara a la independencia, en 1975, con el suficiente vigor para que el poder autárquico se implantara en el país y se repartiera en 22 cámaras, dinámicas y representativas de las poblaciones de las islas.

Autoria/Fonte

Armando Ferreira